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“…Y más allá de mi vida”, Jaime Alejandre, poeta enamorado

Jaime Alejandre es poeta desde que tiene uso de razón, es poeta en cada una y todas las situaciones de su existencia. Rima versos pensando en "Blade Runner", busca el ritmo sintiendo "In the mood for love", viaja y versifica, recorre las ciudades y escribe y sus ojos se llenan de la luz que emite el papel bajo su mano. 

Jaime Alejadre es un poeta de nacimiento, es un poeta que todos respetan, que todos leen. Jaime Alejandre está enamorado y escribe con libertad sobre el amor; pero además lo hace felizmente, lo hace sabiendo que el amor —si es sin hache, si es auténtico y brota desde ese lugar desconocido que todos queremos visitar— es un sentimiento alegre, es un sentimiento que hace crecer lo mejor de nosotros y arranca las fronteras de nuestra piel para unirse a la piel del ser amado.

Mañana, 24 mayo se presenta su nuevo poemario “…Y más allá de mi vida” (editorial Cuadernos del Laberinto. Madrid, 2016). Un libro de amor celebrado, habitado por versos optimistas, vitales, apolíneos que son el testimonio del despertar del antiguo temor reverencial de su autor, Jaime Alejandre, para avanzar hacia el paisaje de la confianza en uno mismo y en el mundo por virtud del amor; sobrecogedor amanecer que, como no puede ser menos, se produce por la irrupción imparable de la Iluminación.

Hemos tenido la ocasión de charlar con el poeta, quien nos explica de primera mano su proceso creativo.



Llega a las librerías de toda España “…Y más allá de mi vida” su nuevo poemario. ¿Qué va a encontrar el lector tras este sugerente título?

Un libro consagrado, literalmente, a celebrar el amor. El amor verdadero, que es el perdurable, de ahí el título del poemario. Hay quien dice que el amor es una enajenación mental transitoria. Se equivoca. O se confunde con otra cosa. El amor verdadero transforma la realidad con un efecto duradero, sereno y firme. Si no fuera así no habríamos sabido de la pasión que unió a Aurora y Titono, a Dido y Eneas, a Shakespeare o Cernuda con sus amores, aunque fueran secretos.

Precisamente porque el amor verdadero, el que se erige imbatible frente a las miserias de lo efímero, es el de largo aliento. Ya lo dijo Benedetti: “Después de todo qué complicado es el amor breve / y en cambio qué sencillo el largo amor / digamos que éste no precisa barricadas / contra el tiempo ni contra el destiempo / ni se enreda en fervores a plazo fijo / el amor breve aún en aquellos tramos / en que ignora su proverbial urgencia / siempre guarda o esconde o disimula / semiadioses que anuncian la invasión del olvido / en cambio el largo amor no tiene cismas / ni soluciones de continuidad / más bien continuidad de soluciones…”. Y en mi caso, tras una infructuosa búsqueda en la más oscura confusión vital, en el momento en el que tuve la fortuna de conseguir convertirme en mí mismo (“Ojalá llegues a ser el que eres”, dijo Píndaro), encontré ese amor. Por ello celebrar tal hallazgo, tal plenitud se convirtió en algo de asombrosa naturalidad en mi poesía en la que los versos fluían intensamente.

—Su anterior poemario “Lo que queda” es la antítesis de este nuevo que ahora presenta ¿Qué le ha sucedido para dar un giro de 180º, cómo se recupera esa esperanza perdida?

No diría yo que ese poemario sea la antítesis de éste. Es sólo otra visión, si se quiere complementaria, de la existencia.

Lo que queda siempre es lo que aún tenemos pendiente de hacer; también es el tiempo que nos resta en esta realidad difusa que llamamos vida; y lo que queda aún es, además, lo que dejaremos hecho cuando ya no estemos en estas dimensiones.

El hecho es que aquel libro nació de la proximidad real, del enfrentamiento concreto con la muerte, no como hecho meramente existencial sino como peripecia estrictamente personal. Recibir un diagnóstico médico adverso con la fecha concreta de la posible caducidad del autor se convirtió en el deus ex machina de aquellos versos. Sin embargo creo que no encerraban desesperación alguna sino muy al contrario una contemplativa admiración en cuya última sombra asomaba el resplandor de mi pasión por la vida. No en vano aquel libro es parte de mi trilogía “Heroísmo” que aborda la heroicidad cotidiana de los que resisten construyendo la existencia en la belleza.

De modo que esa misma pasión ocupa ahora los poemas de “…Y más allá de mi vida”, siendo ahora su deus ex machina otra experiencia personal sanadora y salvífica, profunda como una sonda oceánica, en esta ocasión el amor de largo aliento y enfebrecida serenidad.

¿Ha descubierto que la tragedia y el drama no son amigos del amor?

El amor es amigo de todo aquello que es auténtico y sentido con plenitud. Tragedia y drama también pueden estar en lo más íntimo del amor. Y digo del amor, no del desamor, donde parece más obvio que habiten tragedia y drama.

La existencia humana está sometida a caducidad. Tampoco es cosa estrictamente mala, recordemos otra vez a Aurora y a Titono. Bien está que así sea para que la longitud de la existencia y la intensidad vital en lo que fuimos puedan acompasarse dulcemente sin las amenazas del agotamiento y el hastío. Pero claro, la conciencia de que somos efímeros, cuando amamos de verdad, se convierte en algo trágico. Saber que en algún momento tendremos que separarnos de lo amado, lo que dio sentido a nuestra existencia es terrible, pero, como digo, es íntima parte del amor, el amor verdadero, no el falsa y artificialmente creado en una descabellada idealización. En todo caso ese drama del amor, nadie como Cernuda lo ha descrito con mayor emoción en su poema en prosa “Escrito en al agua” (de su libro “Ocnos”).

—“…Y más allá de mi vida” es un bello recorrido por la celebración del amor, por el optimismo y la confianza en sí mismo y en el otro. Suena a que está pasando un momento único y feliz ¿Se arrepiente del pasado o hay que cargar con él para lograr la dicha con conciencia?

Creo que es normal que uno se arrepienta siempre de alguna cosa concreta, de algo hecho o, más a menudo incluso, de algo que no hicimos. Eso es sano. Pero lo que no comparto es arrepentirse del “pasado” como de un todo. ¿Qué es el pasado sino estrictamente “nosotros”? No otra cosa, somos nuestro pasado. Y uno no debe jamás arrepentirse de sí mismo. Por eso tampoco comparto el verbo “cargar con el pasado”. El pasado nos conforma y se lleva, no como una carga sino como un alimento, una reserva de energía, una sabiduría que nos anuncia las luces y las sombras para guiarnos en el camino que se extiende a cada paso delante de nosotros.

Eso sí, en efecto vivo una felicidad única e intensa en la actualidad, una confianza a pecho descubierto en mí mismo y en la persona que amo, que permite dejar las corazas, blindajes y armaduras para que se oxiden en ese desván al que uno nunca regresará a por ellas. Por eso me siento alegremente desbordado. Porque el amor verdadero tiene siempre algo de desmesura, de no guardarse nada, de no escatimar lo más mínimo. El amor verdadero es más cigarra que hormiga, jamás ahorra emociones, las consume con entusiasmo. Pero porque sabe que son inagotables, renovables como el viento, el sol y las mareas.

¿Sigue siendo la poesía un arma cargada?

Cargada… de futuro, dijo el poeta. En fin, lo acepto como bella metáfora de uno de nuestros grandes escritores recientes, pero no me gustan las armas. He trabajado años en su erradicación y sigo pensando que la única arma buena es la que no existe. Digamos que la poesía para mí es un sueño, una promesa, una iluminación para avanzar hacia el futuro.

—¿Qué opinión le merece la métrica y la rima en la actualidad?

Realmente me merecen la misma opinión que cuando se usaban con más profusión hace unos años y siglos. Métrica y rima, tanto como el verso blanco o el libre han existido desde el comienzo mismo de la lírica, son meras representaciones de la emoción que transmite el poeta. También podemos considerar la poesía visual, la sonora. Todo ello no son sino vías de expresión que ni suman ni restan ni son necesarias siempre ni sobran en todo poema. Lo único que es indispensable en la poesía (y en cualquier expresión artística, creadora) es la autenticidad, sea en dísticos o en hemistiquios sin medidas. Pero esa autenticidad, en el caso de la poesía, está bien que se sirva del lenguaje universal que es la musicalidad. Por eso podemos reconocer claramente un poema aunque esté escrito en prosa. Hay algo de música en la profundidad de las palabras que las convierte en poemas. Y la misteriosa, arcana labor del poeta es, precisamente, sacar a la luz para todos eso que estaba oculto tras la realidad y el propio lenguaje, en un poema. Su formato es lo de menos.



JAIME ALEJANDRE
(Las Huelgas, Burgos. 1963).
Como escritor ha publicado una veintena de libros: las novelas Fugu, Donde sea lejos, Hacia las sombras y El cumpleanos; los libros de relatos El Alfabeto Matematico, Manual de Historia Prescindible, Bulevares, El rencor, De entre las ruinas y Cruentos; los libros de poesia Espectador de mi, Palabras en desuso, Los Heroes Fatales, Autorretrato Postumo, Los guerreros de terracota, Derrota de regreso, Lo que queda, Vertigo Cotidiano (1979] 1981) y Los versos del Capitan Jaime Alejandre (Antologia); las obras de teatro Patera-Tierra y Casa con jardin; el libro infantil Owane (la nina que cruzo el rio); y los calambures Diccionario de NeoloQuismos. Ha sido traducido al arabe y al aleman, editado en Braille y audiolibros e interpretado en Lengua de Signos Espanola y tambien ha sido columnista de prensa escrita en Espana y otros paises.

Como editor es socio de ediciones Evohe, codirige la coleccion de libros de viaje El Periscopio y la de literatura heterodoxa Intravagantes.




MARTES 24 mayo • 19:30 horas

Jaime Alejandre presenta ...Y más allá de mi vida
Con la intervención de Soledad Serrano
Librería los editores • C/ Gurtubay, 5 - Madrid
Entrada libre hasta completar aforo



DIVERSAS NATURALEZAS DE LOCO
Cuerdo encontrado,
cuerdo de desatar estoy
desde que fui peonza detenida
apoyada en el descanso de tu piel.

Mar parado, viento quieto,
temblor que no tremula,
coordenada hagiográfica soy
en tu cartografía sin puntos cardinales
donde eres todo centro,
eje del mundo. Ahí dispongo,
mi descanso porvenido.
Porque donde todo es movimiento,
giro todo, bullicio del espacio,
el eje no se mueve, el eje
persevera en su firme posición
mirando con desdén
el vértigo que causa.
 
 Destructor preventivo, el miedo
arrasa incluso aquello
que aún no ha sucedido,
los cimientos que nadie levantó.

Tú mi zona cero, el objetivo
de una bomba de neutrones,
tú la letra con que empieza
el Génesis. Tú los nombres
imposibles de los dioses
que esperan aún ser bautizados.


Editorial Cuadernos del Laberinto. Coleccción ANAQUEL DE POESÍA, Nº 54
88 páginas • I.S.B.N: 978-84-944752-8-3• 13€
Prólogo: Guinnevere A. Nash. PhD, Kennicott University

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